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Entre cuadernos y barrotes (Mayhua)


Entre cuadernos y barrotes

Carlos Mayhua

Este es un fragmento del capítulo II del libro "Entre cuadernos y barrotes. La educación desde el punto de vista de sus víctimas". (Ed. Cultura y Sociedad, Lima 1999). [Versión Imprimible PDF]

"Cada niño es un artista, un visionario y un revolucionario, al menos de forma germinal, mientras el adoctrinamiento escolar no haya comenzado. ¿Cómo recobrar esa potencialidad perdida, cómo desandar lo andado desde el juego gozoso, verdaderamente lúdico que inventa sus propias reglas autónomas, hasta la conducta social frívola, es decir, normal, que juega juegos ya reglamentados?"

David Cooper
, La muerte de la familia


EL LLANTO DEL PIMER DÍA DE CLASES

Alguien ha dicho que si los niños no lloran el primer día de clases en el jardín de infancia es porque nunca se ensimismaron lo suficiente en algún juego solitario en algún patio. Puede ser verdad. Así como es verdad que, enS la mayoría de los niños, existen lágrimas no exteriorizadas en llanto debido a los mecanismos de control ("tienes que ser valiente, no se debe llorar") que ya empiezan a funcionar en su nefasta tarea de reprimir las emociones. Algunos ya ni tienen ganas de llorar por lo mucho que quieren ser valientes. Quienes defienden la educación autoritaria señalan que es normal que exista ansiedad o angustia en el niño ante una situación y un ambiente nuevo, pero no dicen que es nuevo porque inaugura otra medida del tiempo, de escala industrial, hasta entonces desconocido. No es casual que para evitar las protestas de las lágrimas, o la huida general, recomienden abiertamente el uso de la mentira: "es muy importante que los padres preparen al chico para su llegada al nido, que le digan que ahí va a jugar con otros niños, que el nido es bueno". [1]

Como muchas otras costumbres sociales deplorables -bautizar a los niños, por ejemplo- el acto de matricular a los niños en algún jardín infantil es realizado sin ninguna reflexión seria. ¿Para qué es bueno el jardín infantil? Los padres recomiendan a sus hijos no hablar con extraños en la calle, pero los confían desde temprana edad al cuidado de unos extraños. Que estos extraños sean pedagogos o religiosos, o que los Centros Educativos estén supervisados por el Ministerio de Educación, no es ninguna garantía. Se sabe que no son pocos los buenos profesionales que protagonizan los crímenes que salpican los diarios de las metrópolis; y si hacemos memoria, son muchísimos -miles- los casos de sacerdotes involucrados en escándalos sexuales. Además, ¿qué garantía nos puede dar un Ministro de Educación que obedece a un gobierno que ha violado gravemente los derechos humanos (todos los violan, con la violencia económica), que prioriza los gastos militares a la hora de hacer el presupuesto nacional y que inaugura pomposamente nuevos colegios, haciendo campaña electoral, mientras más de cuarenta mil niños mueren cada año antes de cumplir los cinco años de edad debido a enfermedades perfectamente curables? Los padres de familia, grandes lectores de diarios, saben acerca de estos hechos. Sin embargo envían a sus hijos, a sus amados retoños, a nidos supervisados por ese señor ministro, a nidos administrados por profesionales que ellos personalmente no conocen. Los padres de familia saben que no los conocen, y saben también que los cigarrillos producen cáncer y que se venden con la autorización del Ministerio de Salud.


LA OBLIGACIÓN DE JUGAR

Con el ingreso al jardín infantil sucede un hecho de extraordinaria importancia: el juego, que hasta entonces era algo voluntario y que cubría la mayor parte del día, desconociendo horarios y prohibiciones, se convierte en una obligación, y queda estrictamente restringido, diluyéndose así sus más valiosas características y echándose a perder. Lejos de permitirse y propiciar que los niños conozcan sus posibilidades y sus límites, única manera de lograr algún tipo de autorregulación, los niños son forzados a ceñirse a un arbitrario programa de actividades en el cual se introducen los primeros criterios utilitarios, competitivos e ideológicos (cánticos religiosos, patrióticos [2], evaluacion de conducta y de rendimiento). En la dinámica del jardín de infancia el juego se convierte en un deber. Los pedagogos reclaman, tan ridículamente como un brujo que pretende hacer salir el sol todos los días, el mérito de potenciar el juego de los niños. El jardín de infancia desarrolla un discurso y una teoría del juego para legitimar su propia existencia con fines de doma y de lucro. De esta forma, manipulando y apropiándose del juego, prepara el terreno para la total destrucción de lo lúdico en la vida. Dice Donata Elschenbroich: "La activación del juego es siempre a la vez interrupción del juego. La pedagogización del juego es siempre la expresión de una relación alienada entre adultos y niños. El juego es instrumentalizado, sometido a la obligación forzada del provecho, y es engarzado en la armazón de la economía del tiempo y de la economía del gozo". [3]

Con el juego rigurosamente previsto se inaugura una nueva percepción del tiempo, hasta entonces ajeno en la actividad infantil. Establecer que de 9 a 10 a.m. hay espontaneidad total es matar la espontaneidad, que puede aparecer a cualquier hora, y es asegurar que fuera de ese horario no la habrá. Con la rigurosa conciencia del transcurso de los minutos se inaugura el universo alienado por una disciplina exterior. Se engendra, también, la división entre el juego y el trabajo, entre lo lúdico y lo serio, y se establece una tácita jerarquización al darse por sentado que, si se unen, es para que el juego sirva al trabajo. Se espera ya que todo juego acarree alguna utilidad, práctica o conceptual. Ante esta brutal trastocación del tiempo y del orden de las cosas, ante estas restricciones, no es extraño que muchos niños presenten conductas inadecuadas. Los saludables niños que presentan, por exceso o por defecto, problemas de adaptación a las rigideces de la norma, son etiquetados como "niños problema", y son los firmes candidatos a ser en el futuro los chivos expiatorios de las falencias de todos los sistemas de control. En el jardín de infancia su existencia será todavía más o menos tolerada, aunque no sea más que para fundamentar con casos ilustrados ciertas retorcidas teorías disciplinarias que más tarde se aplicarán con el máximo rigor.

Los educadores parecen no darse cuenta de lo violento que es catalogar como "ausencia de interés", "retraso en el aprendizaje" o "hiperactividad incontrolable" a las saludables acciones defensivas que los niños presentan contra el desagradable artificio que se les impone. Tampoco se sorprenden, estos educadores, de la posición absurda en la que se encuentran, ideando juegos novedosos y llamativos a ser desarrollados en cinco o seis horas por unos niños que de permitírseles jugar en libertad los rebasarían completamente. Sus criterios de higiene, sus tabúes antimasturbatorios, su preocupación utilitaria y la prohibición del contacto físico hacen del juego infantil una caricatura, la idea estereotipada y colorida que ellos tienen de él. No cuestionan su posición de profesionales -máximos representantes del status adulto- que los hace incapaces de involucrarse en un juego en común con los niños de forma no mediatizada, espontánea y gratuita. Su corrupción es tan grande que llegan a justificar el crimen de que a niños que juegan intensamente, el sonido de un timbre los obligue a formar lentas filas en forzado silencio. Haber sufrido pasivamente años de agresión en las universidades que les dieron una licencia para formar seres humanos ya no los disculpa. Son enemigos.


EL CUENTO DE LA ESTIMULACIÓN TEMPRANA

Pedagogos contemporáneos, muy bien aplicados a su tarea de hacer más eficaz la guerra que las instituciones educativas emprenden contra los niños, se encargan de reducir cada vez más la edad adecuada para que éstos sean ingresados a su jardín de infancia. Convertidos en publicistas e ideólogos, con total desparpajo afirman que niños y niñas de cuatro, tres y hasta de dos años pueden, y deben, sobre todo si son de buena posición económica y tienen cómo pagar [4], someterse a una disciplinización cuya negatividad apenas queda enmascarada por algún colorinche de un conejo en la pared o por diez metros cuadrados de áreas verdes. Conceptos como estimulación temprana, iniciación precoz y genialidad infantil son las coartadas que estos especialistas utilizan para su marketing aplicado a la primera infancia.

Ya lo dicen los entendidos que aman a los niños y que retrógradamente, sin conexión con los tiempos neoliberales, no ven en la educación un negocio que puede llegar a ser rentable: lo que necesitan los niños es un lugar seguro y amplio para jugar, un lugar lleno de cosas para romper, oler, tocar, mirar, escuchar en libertad. Nada más inquieto, curioso y emprendedor que un ser humano en sus primeros años de vida. No necesita ser estimulado especialmente, a menos que queramos conducir y encauzar su curiosidad natural hacia nuestros propios e innobles fines; a menos que queramos proyectos de cyborgs , insoportables genios que repitan la enciclopedia de la música de paporreta o que nos interese más el compañero de trabajo que le podría ganar el ascenso dentro de treinta años que su lúdico presente infantil.

Especialmente grave y patético es el caso de esos niños muy bien adiestrados que son presentados en programas televisivos, como noticias del día, por sus padres y maestros henchidos de orgullo. O el de aquellos niños parlanchines que exhiben su sumisión en la infeliz ocurrencia gubernamental llamada Parlamento Infantil. Niños monstruos y verborreicos, totalmente vencidos por las técnicas pedagógicas, que han asumido como suyos la retórica y los modales impostados de los adultos, y cuyo mayor mérito es reproducir con un alto grado de exactitud los deseos de los autoritarios que los han doblegado. Su incapacidad para pensar es tan cierta como que triunfarán en la vida -es decir, no encontrarán la salida sino el queso en el laberinto- así sea a puntapiés y codazos. A diferencia de otros niños menos destacados y más inteligentes, se toman demasiado en serio. La aparición de un elemento de juego en un ambiente formal los desconcierta, claro indicio de que han perdido el sentido de la broma. Sin el puntual sonido de las campanillas directrices estarían visiblemente perdidos. El último aliento de Pavlov recorre su médula espinal.


EL NEGOCIO TAMBIÉN ES IDEOLÓGICO

Algún perfectamente olvidable ministro de educación [5] dijo hace algunos años que el gobierno considera indispensable profundizar el mejoramiento de esa institución por ser la "vía maestra" para alcanzar el desarrollo social. Aquel ministro sintetizó con sus palabras el espíritu que mueve a la educación actual. Quienes piensan todavía que la educación en el Perú tiene como meta desarrollar al máximo las capacidades de la persona, al analizar las palabras del ministro comprenderán su error. La Constitución Política señala literariamente que la persona es el fin supremo de la sociedad, pero de las palabras del ministro de educación se concluye que el fin supremo de la sociedad es su propio desarrollo, y que las personas pueden ser tomadas como medios, como piezas útiles y modelables para conseguirlo. No exageramos al afirmar que eso es exactamente lo que sucede. Como el desarrollo social es entendido según los valores y las estadísticas de las naciones del primer mundo y de la ideología capitalista neoliberal, la educación se encarga de hacer que las personas encajen en la medida de lo posible en el prototipo industrial, técnico y espiritual que la producción en masa, el consumo, la competitividad feroz y la ley del más fuerte requiere. Los niños son, de esta manera, los papeles en blanco sobre los que el Estado escribe, mediante sus escuelas y profesores, la ideología necesaria para el logro de sus muy arbitrarios modelos de 'desarrollo nacional'.

¿Quién puede negar que junto a la idea de "desarrollo nacional" viene aparejado un grueso contingente de ideología y de política? ¿Y que esa ideología y esa política están presentes en la misma médula de la educación, en sus más diversas instancias? La neutralidad política de la educación es un mito que quiere hacer parecer como valioso y necesario lo que no es más que un serio intento por realizar un lavado cerebral generalizado. Las personas se escandalizaban, con justa razón, cuando se enteraban de la existencia de las "escuelas populares" que Sendero Luminoso y el MRTA tenían en la sierra o en la selva, donde a los niños se les enseñaba a venerar a Mao, al Che o a la burocracia de alguna revolución; o cuando veían en un noticiero a niños iraquíes marchando sobre banderas de Estados Unidos. Pero es escandaloso que estas mismas personas sean capaces de ver, orgullosas y enternecidas, que a los niños se les obligue a cantar el himno nacional en los colegios, o a llevar cursos de instrucción pre-militar, o que incluso en el jardín de infancia se les haga marchar vestidos de comandos y con armas de juguete en el Día de la Independencia. Sólo un eficaz adoctrinamiento que haya impedido la inteligencia a golpe de valores patrios y héroes muertos puede hacer posible que personas maduras y sin retardo mental sean incapaces de ver las evidentes similitudes, la íntima igualdad de todas estas prácticas de adoctrinamiento infantil.

Si se ha tenido el valor de traer un niño a este mundo, hay que tener el valor de permitirle libertad para ser y elegir. El adoctrinamiento ideológico debería estar proscrito de todo proceso educativo que se quiera respetuoso de la libertad del niño. Por supuesto, no todos los adoctrinamientos son tan groseros como los ejemplos antes expuestos, y sólo aquellos que tienen en estima a la libertad se plantearán algún dilema, porque incluso las ideologías que se quieren liberadoras pueden efectuar un adoctrinamiento en las mentes de los niños. Al respecto, en coherencia con sus principios libertarios, las anarquistas españolas del grupo Mujeres Libres dijeron: "Con todas nuestras fuerzas protestamos por este hecho, lo organice quien lo organice. Los niños no pueden ni deben ser católicos, ni socialistas, ni comunistas, ni anarquistas. Los niños deben ser solamente lo que son: niños. ¿Quién puede arrogarse autoridad para quitarles ese derecho?" [6]. Lo que no quiere decir que se esconda a los niños en una idílica esfera desconectada de la política o de la vida social, sino que no son sometidos de ninguna manera a políticas directivas, a ideas hechas, a algún tipo de proselitismo y, lo que es importante, no se les niega el acceso a la mayor cantidad de información posible, que examinarán sólo en la medida de su interés y con el sentido crítico que no nos hemos preocupado en borrar, "para que el día en que agiten alguna bandera, lo hagan con plena conciencia de sus actos" [7], o para que, con la misma conciencia de sus actos, se nieguen a agitar bandera alguna.ir arriba


Notas:
1. regresar Maritza Noriega, "Sin miedo al nido", en diario El Comercio, pág. F1, 21.03.99 La cursiva es nuestra.
2. regresar En el programa infantil de Karina y Timoteo del Canal 4 TV, en el verano de 1999 (carecemos de la fecha exacta debido al mismo virus informático que retrasó la publicación de este libro demasiados meses), mientras todo era una fiesta de colores, algunos niños y adultos sostenían carteles con esloganes que decían "Orden, Patria, Ley" o "Viva la Policía Nacional", lo que constituyó, con el babeante beneplácito del vapuleado televidente, un atroz ejemplo de manipulación del juego infantil con explícitos fines ideológicos.
3. regresar Donata Elschenbroich. El juego de los niños. Estudios sobre la génesis de la infancia. Editorial Zero, Madrid 1979.
4. regresar Al igual que los consultorios médicos privados, que abundan no en las zonas donde es mayor el índice de enfermedades sino donde hay más capacidad económica, los jardines infantiles abundan en las zonas urbanas de clase media y alta, sobre todo desde que la educación ya puede ser descarada y legalmente un negocio. Una excepción son los wawa-wasi , que resultan interesantes en tanto no tienen el fin expreso de educar sino simplemente de proporcionar un ambiente de interrelación y seguridad, y en tanto esté controlado comunalmente.
5. regresar Dante Córdova Blanco, ex ministro de Educación. En: Desafío del futuro, exposición efectuada ante el Congreso de la República del Perú el 22 de agosto de 1995. Citado por Carlos Pérez Sáez en "Educación Peruana: Entre la propuesta y la acción", incluido en Educación: retos y esperanzas , varios autores, Desco, Lima 1995.
6. regresar Mujeres Libres, 1939. Citado por Álvaro Miranda en "¡No quiero ir al colegio!", fanzine "AA" Nº 03, Lima 1993.
7. regresar Bernardo Alhborn A., Se venden fantasías - Reflexiones psicológicas sobre la infancia , Edición del Autor, Lima 1992.
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