En la tierra de nadie

Cuatro poemas de Carmen Conde (Cartagena, 1907 – Madrid, 1996). De ella, escribió Miguel Íñiguez en su Esbozo de una Enciclopedia histórica del anarquismo español (Fundación Anselmo Lorenzo, Madrid, 2001): “Conocida escritora (ensayos, poesías, novelas, memorias) iniciada en el vanguardismo, durante la guerra perteneció a Mujeres Libres, en cuya revista colaboró desde Cartagena con el seudónimo Florentina. En la posguerra adquirió renombre con una literatura en la que sobresale el compromiso humano, ligado al intimismo y la solidaridad con el dolor ajeno. Miembro de la RAE desde 1978″.

EN LA TIERRA DE NADIE

En la tierra de nadie, sobre el polvo
que pisan los que van y los que vienen,
he plantado mi tienda sin amparo
y contemplo si van como si vuelven.

Unos dicen que soy de los que van,
aunque estoy descansando del camino.
Otros «saben» que vuelvo, aunque me calle;
y mi ruta más cierta yo no digo.

Intenté demostrar que a donde voy
es a mí, sólo a mí, para tenerme.
Y sonríen al oír, porque ellos todos
son la gente que va, pero que vuelve.

Escuchadme una vez: ya no me importan
los caminos de aquí, que tanto valen.
Porque anduve una vez, ya me he parado
para ahincarme en la tierra que es de nadie.

MIENTRAS LOS HOMBRES MUEREN

Mientras los hombres mueren os digo yo, la que canta desoladas provincias del Duelo, que se me rompen sollozos y angustias contra barcos de ébano furibundo; y la fruta par de mis labios quema de suspiros porque los cielos se han dejado hincar imprecaciones sombrías.

A los hombres que mueren yo los sigo en su buscar por entre las raíces y los veneros fangosos, pues ellos y yo tenemos igual designio de ensueño debajo de la tierra.

¡Cállense todos los que no se sientan doblar de agonía hoy, día de espanto abrasado por teas de gritos, que esta mujer os dice que la muerte está en no ver, ni oír, ni saber, ni morir!

A LOS NIÑOS MUERTOS POR LA GUERRA

¡No los deshojéis, cañones; no los tricéis, ametralladoras, bombas grandísimas que caéis del cielo hondo y que parecéis dones de las nubes anchas, no rompáis los cuerpecitos de los niños!

¿No siente el plomo piedad de estos hombros de leche rosada, de estas sangrecitas dulces, de estas pieles de labios? ¿Ningún aviador enemigo tiene niñitos que levanten sus manos al viento de las hélices?

No. El enemigo no parece padre, y acaso es huérfano también. Por eso los niños se quiebran en tajos humeantes, y hay por los jardines cabelleras de musgos, rodillas con seda rasgada; suelto todo entre los árboles quebrados, con duelo sostenido de gritos que ayer eran cometas y hoy son pobres encías partidas que ya no gustarán mazorcas ni pezones frescos de madres enamoradas…

UN MOMENTO EN MANHATTAN

( III )

Y,
¿no piensas tú, Manhattan
(no piensas, lo sé; lo he visto
que careces ya de tiempo
para pensar), que tu ansia
de conseguir el espacio
cada día más te aleja
de tu origen…?

Las manos que te crearon
manos de los hombres son,
que ni ves tú desde arriba.

Esclavos tuyos inermes
se lo sacrifican todo
a tu verticalidad: por dentro
causan y curan heridas
que te infiere el uso duro.

¿Qué decides desde arriba:
aprisionar a los astros
valiéndote de los hombres
que se pudren y sollozan,
amargos desesperados…?

Mortal orgullo, Manhattan.
Soberbio serás todo, altivo
siempre pugnando del suelo
que avariento se le agarra
a tus raíces de hierro.

Porque sujeto te tienen
aunque subas sin descanso.

— Carmen Conde

Notas

  • “En la tierra de nadie”; en poemario homónimo publicado por El Laurel del Sureste, Murcia, 1960. “Mientras los hombres mueren” y “A los niños muertos por la guerra”, en Mientras los hombres mueren, 1936-1939, Instituto Editorial Cisalpino, Milán, 1952. Fuente: APCCAO.
  • “Un momento en Manhattan” es la sección final (que comprende tres poemas) de Corrosión, Biblioteca Nueva, Madrid, 1975. Citado por Francisco Javier Díez de Revenga en “Carmen Conde, poeta en Nueva York”, Murgetana Nº. 118, 2008, págs. 153-162.
  • Carmen Conde también fue maestra, egresada de la Escuela Normal de Albacete en 1930. Junto a su compañero el poeta Antonio Oliver fundó la primera Universidad Popular de Cartagena en 1931.