La tiranía llega a Hyde Park

Ilustración recuperada de anti-empire.org

Esta es una versión resumida del artículo de Brendan O’Neill titulado Tyranny comes to Hyde Park, publicado el 5 de abril de 2020 en la revista electrónica Spiked (Londres). | Traducido por contranatura.org

“¿Puedo preguntar qué ejercicio está haciendo, señor, aparte de ejercitar sus pulgares?” El policía luce una perfecta mueca de desprecio. Tengo la impresión de que ha pasado toda su vida laboral esperando ser capaz de recriminar a alguien por estar sentado en un parque, escribiendo un mensaje de texto. “He estado montando bicicleta y caminando y ahora estoy descansando por un par de minutos”, le digo, horrorizado por mis propias palabras; horrorizado de tener que explicar un comportamiento perfectamente seguro y legal a un agente del estado como si estuviera en la Unión Soviética en vez de estar sentado en un parque en el corazón de Londres. “Bueno, muévase”, dice, amenazante y regodeándose como un personaje de una novela de Kafka.

Como a todos los londinenses, me encanta Hyde Park. Ni siquiera es realmente un parque, como muchos escritores a lo largo de las décadas han observado: es un pedazo de campo arrojado en medio de una ciudad briosa, sin cambiar nunca, por más que lo hagan sus alrededores. Es ancho, serpenteante y libre. Pero hoy día lo detesto. Está plagado de policías. Zumban alrededor en bicicletas, buscando a parejas sentadas bajo los árboles para regañarles. Marchan alrededor del perímetro, ladrando “DOS METROS” a gente que mantiene más de dos metros de distancia. Patrullan en camionetas, contaminando este maravilloso espacio con los gases de sus tubos de escape y con sus dictados gritados a través de las ventanillas. Un policía en camioneta, pasando por el lago Serpentine, grita “Prohibido sentarse” a un hombre que está sentado. Tomo una fotografía de la escena y rápido como un rayo la camioneta se detiene frente a mí. “Pensé en pararme y saludarle mientras nos sube a Youtube sólo por recordarle a la gente los lineamientos del gobierno”, dice el policía desde el asiento delantero. Oh, al carajo.

Esta es la cuestión: Hyde Park, en este hermoso día soleado, es la prueba de que la gente en esta ciudad está tomando la cuarentena con seriedad. Asombrosamente, hay pocas personas para ser un domingo soleado. Y aquellos que están aquí, cumplen las órdenes de distanciamiento social impecablemente. (…) Y a pesar de que las personas en Hyde Park se comportan responsable y razonablemente, la policía no los deja tranquilos. Después de recriminarme por ejercitar mis pulgares —humor policial, ¿eh?— ese policía le dice a una joven familia que se ponga en movimiento. Los pequeños niños podrían estar cansados, pero son resistentes: a sacar el culo de aquí, plebeyos macilentos. Un policía en bicicleta le dice a un hombre sentado bajo un árbol, solo y sin un alma a la vista, que deje de ser egoísta y que se vaya a casa. “Es hora de pensar en los demás, ¿no?”, le dice. Entonces ya no me puedo contener. Le pregunto qué ley está invocando para mandar al hombre a su casa. “Los lineamientos”, responde. “Se supone que todos deben quedarse en casa este fin de semana”. Le indico que no hay ley prohibiendo a la gente salir durante el fin de semana. Todavía podemos ejercitarnos, todavía podemos hacer compras, todavía podemos comprar comida con el propósito de, ya saben, mantenernos con vida. Y, no es broma, me respondió que la ley es defectuosa y que él se toma la libertad de recordarles a las personas que quedarse en casa es la opción correcta. Esto es indignante. Le digo que la gente como él meramente debe hacer cumplir la ley diseñada por políticos electos, no inventar sus propias leyes. Se va pedaleando, riendo.

¿Cómo nos convertirmos en este país tan rápidamente? ¿Cómo Hyde Park pasó tan raudamente de ser un espacio libre y abierto a ser un lugar virtualmente ocupado por la policía, que acosa a las personas por no hacer ningún mal? De hecho, a las únicas personas que vi rompiendo los lineamientos de distanciamiento social en Hyde Park fueron los agentes policiales. Incluyendo al que se me puso en la cara y me regañó por escribir un mensaje de texto. Atrás, policía — no sé lo que me puedes contagiar. Esta es la cuestión: la velocidad con la que todo esto ha ocurrido, la facilidad con la que la policía tomó su nuevol rol represor de un comportamiento perfectamente legal e inocuo, la alegría con la que twiteros moralistas y espías caseros abrazaron su rol consistente en insultar y avergonzar a las personas por sentarse en un parque, confirma que esta cultura podrida ya estaba aquí. La Covid-19 puede haber llegado recién, pero este autoritarismo elitista y fanático ha estado cocinándose por décadas, y el virus es meramente un catalizador para su rancia explosión en todos los rincones de la vida pública. (…)

Brendan O’Neill, Tyranny comes to Hyde Park