Un poema de Ósip Mandelstam escrito en 1909, traducido por Jesús García Gabaldón, extraído de Ósip Mandelstam.Antología poética. Alianza, Madrid, 2020.
NO ES NECESARIO HABLAR DE NADA
No es necesario hablar de nada ni estudiar nada. Es tan triste y buena la sombría alma animal.
Nada quiere enseñar. Hablar no puede. Y como un joven delfín navega por la ciénaga del mundo.
1909
— Ósip Mandelstam Traducción de Jesús García Gabaldón
Tres poemas de Kenneth Patchen, extraídos de la breve antologíapublicada en lasección de literaturas de contranatura.org — La fuente original es la más amplia antología publicada por laUNAM. Las versiones en castellano son de Alberto Blanco.
ACEPTEMOS LA LOCURA
Aceptemos la locura abiertamente, hombres De mi generación. Sigamos Los pasos de esta edad destrozada: Mirémosla cruzar la tierra opaca del Tiempo Hacia la casa cerrada de la eternidad Con el ruido que la muerte tiene, Con el rostro de las cosas muertas y que no se diga:
Que queríamos más; buscamos para encontrar Una puerta abierta, una hazaña absoluta del amor Que transformara la aciaga oscuridad del día; pero Encontramos infierno y niebla Sobre la tierra, y en nosotros mismos Un pantano descompuesto de tumbas descomunales.
EL LOBO DEL INVIERNO
El lobo del invierno Devora caminos y pueblos En su hambre de hielo.
El lobo del invierno Mete la pata en la olla rancia de la ciudad Agitando la sopa de putas y suicidas.
Oh el lobo del invierno Rompe los huesos del pobre En su caverna congelada.
El lobo del invierno… El torvo, el frío, el blanco El bello lobo del invierno Que se alimenta de nuestro mundo.
GAUTAMA EN EL PARQUE DE LOS VENADOS EN BENARÉS
En una choza de lodo y fuego Está sentado este hombre —“No desear Dinero, una vida en el mundo, No querer adornos en mi nombre”— Y era rico; su vida vive allí Donde la muerte no puede llegar; su honor Clava la vista en el sol.
El ciervo duerme. Los vientos ligeros Rizan la verde cabellera de la tierra. Es Maravilloso vivir. Mi sable se oxida En la plácida lluvia. No debo pensar Más. Toco el rostro de mi amigo; Me muestra los dientes sucios mientras se rasca Una pulga —y sonreímos. Hace calor Y el arroz se agita en nuestros vientres Con provecho.
El ciervo levanta la cabeza —el sol inunda Sus ojos suaves con los reinos de la vida— Creo que todos debemos irnos a dormir ya, Y no preocuparnos más.
Había una vez un viejo y sabio hombre sentado bajo un árbol, cuando el dios de la epidemia llegó de paso. El hombre sabio le preguntó: “¿Adónde vas?” El dios de la epidemia respondió: “Voy a la ciudad y mataré a un centenar de personas allá”. En su viaje de regreso, el dios de la epidemia fue donde el hombre sabio. El hombre sabio le dijo: “Me contaste que querías matar a un centenar de personas en la ciudad. Pero los viajeros me han contado que han muerto diez mil”. El dios de la epidema dijo: “Yo sólo maté a un centenar. Los otros murieron por su propio temor”.