Un poema de Javier Sologuren, extraído de: Vida continua. Edición de Ricardo Silva-Santisteban. Academia Peruana de la Lengua, Lima, 2014.
EXTREMO HORIZONTE DE HARAPOS FRUICIÓN DE INALTERABLES ESTAMBRES
Displicentes fantasmas se situaron exactamente al lado de los fogosos bronces de la sinfonía crepuscular en tanto que el mar siempre insomne avanzaba derribando las butacas con resuellos amargos de los que brotaban crispadas flores de vidrio. Medallas programas monóculos rosas y bandas (que solo podían ser presidenciales) fueron barridas lindamente y depositadas al pie de una columna votiva donde ardía (es un decir) un canto llano cuya altura medíase en millas naúticas y su extensión se producía en plumajes repentinos. Displicentes fantasmas (los mismos) tomaban purpúreos helados.
— Javier Sologuren Extraído de Vida continua, Academia Peruana de la Lengua, Lima, 2014. (p. 403).
Niña con muñeca (1922) Oskar Kokoschka | Óleo sobre lienzo, 91 x 81 cm
Tres textos de Alejandra Pizarnik, originalmente publicados en Mundo Nuevo, París, N° 7, enero de 1967, bajo el título de “Pequeñas Prosas”. Extraído de Obras completas, Ediciones Corregidor, Buenos Aires, 1994 (2a. ed.)
DESCONFIANZA
Mamá nos hablaba de un blanco bosque de Rusia: …y hacíamos hombrecitos de nieve y les poníamos sombreros que robábamos al bisabuelo…
Yo la miraba con desconfianza. ¿Qué era la nieve? ¿Para qué hacían hombrecitos? Y ante todo, ¿qué significa un bisabuelo?
DIÁLOGOS
—Ésa de negro que sonríe desde la pequeña ventana del tranvía se asemeja a madame Lamort —dijo.
—No es posible, pues en París no hay tranvías. Además, ésa de negro del tranvía en nada se asemeja a madame Lamort. Todo lo contrario: es madame Lamort quien se asemeja a ésa de negro. Resumiendo: no sólo no hay tranvías en París sino que nunca en mi vida he visto a madame Lamort, ni siquiera en retrato.
—Usted coincide conmigo —dijo— porque tampoco yo conozco a madame Lamort.
—¿Quién es usted? Deberíamos presentarnos.
—Madame Lamort —dijo—. ¿Y usted?
—Madame Lamort.
—Su nombre no deja de recordarme algo —dijo.
—Trate de recordar antes de que llegue el tranvía.
—Pero si acaba de decir que no hay tranvías en París —dijo.
—No los había cuando lo dije pero nunca se sabe qué va a pasar.
—Entonces, esperémoslo puesto que lo estamos esperando —dijo.
DEVOCIÓN
Debajo de un árbol, frente a la casa, veíase una mesa y sentadas a ella, la muerte y la niña tomaban el té. Una muñeca estaba sentada entre ellas, indeciblemente hermosa, y la muerte y la niña la miraban más que al crepúsculo, a la vez que hablaban por encima de ella.
—Toma un poco de vino —dijo la muerte.
La niña dirigió una mirada a su alrededor, sin ver, sobre la mesa, otra cosa que té.
—No veo que haya vino —dijo.
—Es que no hay —contestó la muerte.
—¿Y por qué me dijo usted que había? —dijo.
—Nunca dije que hubiera sino que tomes —dijo la muerte.
—Pues entonces ha cometido usted una incorrección al ofrecérmelo —respondió la niña muy enojada.
—Soy huérfana. Nadie se ocupó de darme una educación esmerada —se disculpó la muerte.
Se tropieza uno al voltear la esquina con imponente arboladura de navío penetrando pesada lentamente en ruidosas calles congestionadas hemipléjicas. El poniente tiñe de púrpura telas restallantes sobre cubierta desierta. Guiña los ojos la gente distraída y no advierte cómo la Noche enjoyada y maligna se está adueñando de la ciudad para siempre.
ERROR DE CÁLCULO
El mar se ha deslizado en el poema como en su cueva y refugio natural sin tener en cuenta la diferencia de proporcio- nes. Cuando cedan las costuras bajo el peso, ¿adónde irá a desaguar todo el azulverde acumulado?
TUMBA GRANDE
El tren se ha detenido en el silencio opaco y sin ecos de la noche anónima. Es la llegada a término — no se reanudarán ya más ni agitación ni bullicio ni carcoma.
— Emilio Adolfo Westphalen
Publicados originalmente en la ciudad de Lisboa: “Error de cálculo”, en Máximas y mínimas de sapiencia pedestre (1982) y “De incógnito” y “Tumba grande”, en Nueva serie (1984).