La comedia del Arte

Ilustración de Jashua, desde Lampa, registrando una escena (muy difundida en vídeo) del trágico mes de enero de 2023 en Juliaca, Región Puno, Perú.

Tres poemas de Luis Hernández Camarero, tomados de la antología electrónica Mercurio o el tiempo que fue. Publicados originalmente en Vox horrísona. Obra poética completa. Ed. Punto y Trama, Lima, 1983, 2ª ed.

LA COMEDIA DEL ARTE

De qué lugar del borde soy
Entonces, digo
Viendo a mi oscura patria
Quebrada entre la arena
Desde un barco jocoso y sin bandera
Cuántas pobres mujeres de mi tierra
Ya perdieron por el mucho parir
Las esperanzas
Por la pampa y la entrega
Sin amor y sin pago.
Con qué cuido
Cultivo yo mi cuerpo
Y lo malpongo,
Amanezco un domingo
Y me comedio
Siempre llano al llamado
De los astros.
¿De qué astros?
Dime entonces qué ángulo, qué giro
Puede haber para mí
Y para mi raza
Con mi carro,
Mis cóleras,
Mis uvas,
Y la mora engañosa
Tras mi lente ahumado,
Tras mi cuerpo que ahíto y complacido
Se hace el bobo,

El poeta,
Y no conoce
Cuánta sangre de otros
Se ha empleado
Para el maldito plante de mis venas.

ABEL

Abel, Abel, qué hiciste de tu hermano,
Di, qué hiciste,
Con el tallo de tu cuerpo siempre pito
Las sandalias lustradas y tus veintes.

No mirabas las ubres de las vacas
Ni el coloquio escondido de tus perros,
Sólo el humo de tu ofrenda que ascendía
Como ascienden las moscas hacia el cielo.

Sin embargo
Yo he visto a tu hermano y lo conozco
Persiguiendo la cólera entre vainas
Entre campos de trigo
Con los sucios vapores de su llanto
Reposando en la tierra
Como pronos cadáveres sin deudos
Dime entonces qué hiciste
Hoy que yace tu hermano tan al Este.
Tú que nunca pensaste que para otro
Era duro de roer el Paraíso.

TRES GIMNASTAS

1

Al nadar en los cuatro estilos
Rompiste, amigo, un espejo de la mar,
Aquel pródigo en espejos.
Siete años turbios te aguardan,
Nadador indeciso,
Sin fortuna en el odio, agraciado
En los juegos del azar
Y de la muerte.

2

Juventud contra guerra y fascismo
Juventud contra guerra y fascismo
Juventud contra guerra y fascismo
Un chancho con armadura
Sigue siendo un chancho
Juventud contra guerra y fascismo
Espero que tu generación
Pueda algún día avergonzarse
De la nuestra
Una paz injusta
Es superior a una guerra justa
Espero que tu generación
Cordero de Dios
Míranos tendidos bajo el sol
Con nuestras pieles de cordero.

Luis Hernández Camarero
Extraído de Vox Horrísona, Ed. Punto y Trama, Lima, 1983, 2a. ed. (pp. 535, 64, 46).

El pez llora

El pescador pobre (1881) | Pierre Puvis de Chavannes

Tres poemas extraídos de: REXROTH, Kenneth. El amor y el tiempo y su mudanza. (Cien nuevas versiones de poesía china). Traducción de Carlos Manzano. Gadir Editorial, Madrid, 2006.

IX
EL PEZ LLORA

El pez llora en el lecho seco del
Río. Es demasiado tarde
Para lamentarse de haberse lanzado
Hasta los bajíos. Ahora quiere
Volver atrás para avisar a los otros.

— Anónimo (Seis Dinastías, siglos III – VI)

LXV
BEBIENDO CON AMIGOS
ENTRE LAS PEONÍAS EN FLOR

Hemos celebrado una fiesta para
Admirar las peonías. Yo
He bebido copa tras copa hasta
Que me he emborrachado.
Entonces, he oído, avergonzado,
A las flores susurrar:
“¿Qué hacemos aquí, floreciendo
Para estos viejos ebrios?”

— Liu Yu Hsi (772 – 842)

CX
EN SU TRIGÉSIMO TERCER CUMPLEAÑOS

Más de treinta años han pasado ante mí,
Raudos como caballos desbocados.
También yo he estado yendo de acá para allá,
Corriendo de un extremo a otro
Del país. Me gustaría encontrarme en la
Casa en que nací, a mil cordilleras
De distancia. Como hojas doradas al final
Del verano, ya me han aparecido
Algunas canas. Todos mis viajes han sido
Meras huellas en la arena llevada
Por el viento. He acumulado saber
Como una bola de nieve. He cruzado
Montañas, he pasado exámenes y he dictado
Conferencias eruditas. ¿Y de qué
Me ha servido? Más me habría valido quedarme
En casa cultivando melones imperiales.

— Ch’ang Kuo Fan (siglo IX)

Traducción de Carlos Manzano, a partir de las versiones inglesas de Kenneth Rexroth.
Extraído de: El amor y el tiempo y su mudanza. Cien nuevas versiones de poesía china. Gadir Editorial, Madrid, 2006. (pp. 21, 81, 128).

El suicidio de los pueblos

Death on Skates | La muerte en patines (1899) || Hugo Simberg

Dos textos de Thomas Bernhard (1931-1989). El primero, un fragmento de un discurso que iba a ofrecer en la ceremonia de entrega del premio Anton Wildgans de la industria austriaca en 1968; evento cancelado por la contrariedad provocada por el segundo texto: un discurso pronunciado durante la recepción del Premio Nacional de Literatura de 1967. Extraído de: Mis premios, Alianza, Madrid, 2009. Traducción de Miguel Sáenz.

Nuestro nacimiento nos arroja en una amnesia, ávidos de universo, regeneradores de nada sino de la muerte. La muerte se explica para mí como historia natural, como lo que ha hecho posible el pensamiento. Si tenemos una meta, me parece, es la muerte, aquello de que hablamos, es la muerte…

Os hablo, pues, hoy, de la muerte, pero no os hablaré directamente de la muerte, sería demasiado ambicioso, inútil, hablaré ahora indirectamente de la muerte, por alusión, de esta experiencia que poseemos, que hacemos constantemente, que haremos siempre hasta el infinito, hablo ahora de la muerte, puesto que me habéis encargado un discurso, algo sobre la vida, es cierto, pero yo hablo, aun cuando hablo de la vida, de la muerte… Todo lo que se dice es siempre sobre la muerte… Pero no hablaré hoy de un lugar particular de la muerte, de nada que se refiera al detalle, eso sería, he dicho, demasiado ambicioso, no nos hemos reunido aquí para escuchar un estudio, eso sería una infamia, y mucho más triste; no quiero recubrir esta sala de fiesta con mi negrura, con la negrura general, con las tinieblas generales, por más que hayáis encargado un discurso, y que me lo hayáis encargado a mí, y por más que esta sala me deslumbre, todas las salas de fiesta me deslumbran, comprendéis… y por más que no necesite tener en cuenta consideraciones, no entristeceré esta sala y no os entristeceré… pero de todos modos hablo de la muerte, porque hablo, porque nos gusta oír hablar de la vida, de la muerte, por ejemplo de los hombres y de sus conquistas, porque nos gusta oír hablar de conquistas, de las ciudades y de sus conquistas, de los Estados y de sus conquistas, del macrocosmos del microcosmos… de la capacidad, de la incapacidad, de las enfermedades mortales, de los restos de Europa… ¡de los restos! comprendéis… de la peor impresión imaginable que tenemos todos juntos, y sería necesario decir aquí, ahora, a la vista de todos, lo que habitualmente sólo decimos en la intimidad… pero eso llevaría demasiado lejos, llevaría a la catástrofe… pero yo no hablo tampoco de nuestros lagos, de los valles de alta montaña, de la manera con que los ingenieros desprovistos de gusto pero no de avidez destruyen nuestro hermoso paisaje, de la destrucción general, de nuestra literatura de pequeño-burgueses, de la cobardía de nuestra “intelligentsia”, no, si hablo, es de la muerte… señalo la vida y hablo de la muerte…

No hablo de la historia del espíritu, sino de la muerte, no de las aproximaciones fisiológicas, psicológicas, sino de la muerte… no de los órdenes de grandeza, de realidades perturbadoras, de genio y de martirio, de idiotez y de sofística, de jerarquías y de amargura, todo esto me contento con mencionarlo y hablo de la muerte… y no hablo de religiones, de partidos, de parlamentos, de academias, ni de apatía, de simpatía, de afasia… sería necesario ciertamente que hablara aquí de todo, de todo al mismo tiempo, pero es imposible hablar de todo al mismo tiempo, es absurdo, por lo tanto sólo puedo deciros todo aquello de lo cual yo podría hablar hoy aquí, mencionar lo que en verdad callo, porque no puedo hablar de eso, lo que concierne a la filosofía por ejemplo, a la poesía; no hago sino mención de la ignorancia y la vergüenza… no tiene sentido ir al fondo de ninguno de estos temas que imagino, ante vosotros, desarrollar aquí en esta sala de fiesta uno solo de estos temas… nos falta para eso la más grande, la más alta atención, que se debe exigir y que no tenemos, que ya no tenemos, no tenemos más la más grande, la más alta atención… Pero podría, como podéis imaginaros, hablar aquí del Estado, de la imposibilidad del Estado, y sé que estáis contentos de que no hable de eso, tenéis constantemente miedo de que vaya a decir algo de lo que tenéis miedo y estáis contentos de hecho de que no hable aquí realmente de nada, y no hablo aquí efectivamente de nada; puesto que no hago más que hablar de la muerte… y que hago mención de la dictadura, una justicia criminal, el socialismo y el catolicismo, la hipocresía de nuestra Iglesia… no tenéis por qué tener miedo… de que mencione nada a propósito de sarcasmo, de idealismo, de sadismo… de norte y de sur… y aun de nada ridículo: que la ciudad de Viena es las más sucia de todas las capitales, con los miembros paralizados y la cabeza podrida y los nervios destrozados… nada a propósito de mis tíos carniceros, o de los tíos aserradores, tíos agricultores, etcétera, de mi granja en Nathal, gentes de allá, de su belleza, de lisiados, de tipos de cereales y de engorde de cerdos, la caza moviéndose en el bosque, el paso de un circo por una pradera… de Alexander Blok, Henry James, Ludwig Wittgenstein… cómo se hace de un hombre honesto un criminal de un día para otro, cómo nos encontramos en prisión y cómo fuera de ella… de los asilos de locos, de la división y de la multiplicación… del concepto de abandono y de las neuralgias sociopolíticas… del Estado y del Estado Monstruo, o aun de los distribuidores de premios… ¿o bien debo hacer aquí un discurso de agradecimiento, contar alguna cosa sobre el mal de vivir?… o algo sobre los industriales, o quizá sobre el genio desconocido… sobre la irreflexión, la bajeza, algo sobre la moral, no sé… sobre la vejez como horror ejemplar o la juventud como horror ejemplar, sobre el suicidio, el suicidio de los pueblos…


Discurso pronunciado el 22 de marzo de 1968 en ocasión de la entrega del Premio Nacional de Literatura del estado austriaco

Señor Ministro,
vosotros, los aquí presentes:

No hay nada que exaltar, nada que condenar, nada que acusar, pero hay muchas cosas risibles; todo es risible cuando se piensa en la muerte.

Se atraviesa la vida, se reciben impresiones, no se reciben impresiones, se atraviesa la escena, todo es intercambiable, se recibe una formación más o menos buena en la tienda de accesorios: ¡qué error! Se comprende, un pueblo que no sospecha de nada, un hermoso país-padres muertos o conscientemente sin conciencia, hombres con la simplicidad y la bajeza, la pobreza de sus necesidades.

Todo es prehistoria altamente filosófica e insoportable. Los siglos son pobres de espíritu, lo demoníaco en nosotros es la prisión perpetua del país de los padres donde los componentes de la tontería y de la brutalidad más intransigente se han hecho necesidad cotidiana. El Estado es una estructura condenada permanentemente al fracaso, el pueblo una estructura condenada sin cesar a la infamia y a la flaqueza de espíritu. La vida es desesperación en que se apoyan las filosofias, en las que todo, finalmente, es prometido a la demencia.

Somos austriacos, somos apáticos; somos la vida, la vida como indiferencia a la vida, vulgarmente compartida; somos, en el proceso de la naturaleza, la locura de grandezas, el sentido de la locura de grandeza como porvenir.

No tenemos nada que decir, sino que somos lamentables, que hemos sucumbido por imaginación a una monotonía fllosófica-económica mecánica. Instrumentos de la decadencia, criaturas de la agonía, todo es claro para nosotros, no comprendemos nada. Poblamos un traumatismo, tenemos miedo, tenemos mucho derecho a tener miedo, vemos ya, por más que indistintamente, en último término, los gigantes de la angustia.

Lo que pensamos ha sido ya pensado, lo que sentimos es caótico, lo que somos es oscuro.

No tenemos que tener vergüenza, pero no somos nada tampoco y no merecemos sino el caos.

Agradezco, en nombre personal y en el de aquellos a quienes se distingue hoy conmigo, a este jurado y muy especialmente a todos los aquí presentes.

Thomas Bernhard
Traducción de Miguel Sáenz

” (…) fuera de programa, el ministro de Educación respondió con dos frases a las afirmaciones de Thomas Bernhard y una gran parte de la concurrencia aplaudió. Las conversaciones escuchadas durante la recepción que siguió a la entrega testimoniaron la gran irritación que habían producido el discurso y el incidente. Dos interrogantes quedan abiertos: el de la oportunidad de las circunstancias y, el más importante, el de saber qué sociedad puede abstenerse de tal irritación.

A un funcionario

Autorretrato en Weimar (1906) | Edvard Munch

Cuatro poemas de Carmen Ollé, extraídos de: Todo orgullo humea la noche, Lluvia Editores, Lima, 1988.

A UN FUNCIONARIO

Nada hay más transparente que un beso oculto, o más
tierno que un tigre, ni tan suave como el sonido de
la seda en un soneto.

AMOR Y ODIO

De joven fui generosa.
Llené mis arcas con codicia
y también las vacié.

CUARTETA

Yo, Carmen, tu mujer, amo tus labios
mentirosos
pues yo soy la más gruesa, la de mejor
salud y la más mentirosa.

BARES

Vivir es alegre —los he oído reír cada vez
más fuerte— y seguían cada vez mas alegres—
la noche se apiada de mí porque no siento
vergüenza.
Y una más pide el más ronco —que traga sin ser
procaz— porque es suave y delicado —adora la
botella como una nalga de mujer—
a grandes sorbos.
Aquél sí es de lo peligrosos: roba mata miente
y es astuto — pero cuando pasa próximo a mi mesa
sus grandes ojos de arañas sedosas se deslizan
como un tigre en mi regazo — Por fin siento
que he viajado—

Carmen Ollé
Extraído de Todo orgullo humea la noche, Lluvia Editores, Lima, 1988 (pp. 26, 30, 13, 11).

Bares

Bar de puerto (1940) | Carlos Quízpez-Asín | Óleo sobre lienzo
Bar de puerto (1940) | Carlos Quízpez Asín

Tres poemas de Nicolás Guillén, extraídos de: Nueva antología mayor, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1979.

BARES

Amo a los bares y tabernas
junto al mar,
donde la gente charla y bebe
sólo por beber y charlar.
Donde Juan Nadie llega y pide
su trago elemental,
y están Juan Bronco y Juan Navaja
y Juan Narices y hasta Juan
Simple, el sólo, el simplemente
Juan.

Allí la blanca ola
bate de la amistad;
una amistad de pueblo, sin retórica,
una ola de ¡hola! y ¿cómo estás?
Allí huele a pescado,
a mangle, a ron, a sal
y a camisa sudada puesta a secar al sol.

Búscame, hermano, y me hallarás
(en La Habana, en Oporto,
en Jacmel, en Shanghai)
con la sencilla gente
que sólo por beber y charlar
puebla los bares y tabernas
junto al mar.

LLUVIA

Bajo el cielo plomizo
de la tarde lluviosa,
llora el agua con lágrima
monótona.

Miro tras los cristales
las ramas temblorosas
enjoyarse con sartas
de gotas.

Se desbordó el arroyo,
inundó cuatro chozas.
(A mí me sobresalta la odisea de esta hormiga,
ahogada en una rosa.)

MAR

Ahora
está inédito,
nuevo,
sin estrenar,
el mar.

Nicolás Guillén
Extraído de Nueva antología mayor, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1979 (pp. 174, 25, 23).