Tres poemas de Basavanna (1106-1167), poeta indio nacido en el pueblo de Basavana Bagewadi (Karnataka), traducidos por Mirta Rosenberg en Cantos a Siva, Ed. Astri, Barcelona, 2000.
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El cordero sacrificial traído para la celebración se comió las hojas verdes usadas para decorar.
Sin saber nada acerca de matar, sólo buscaba satisfacer su hambre: nació un día, para morir otro día.
Pero dime: … ¿sobreviven los asesinos, … Oh señor de los ríos encontrados?
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No conozco nada de pulsos ni de métrica ni de la aritmética de las cuerdas o el tambor; no conozco yámbicos ni dísticos.
Mi señor de los ríos encontrados, como nada puede herirte cantaré como quiera.
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Los ricos levantan templos para Siva. ¿Qué puedo yo, un pobre hombre, hacer?
Mis piernas son columnas, mi cuerpo el santuario, mi cabeza una cúpula de oro.
Escucha, oh señor de los ríos encontrados, lo inmóvil caerá, pero el móvil permanecerá por siempre.
Tres poemas de Giuliana Mazzetti, extraídos de No entrará la luz (Ediciones de los lunes, Lima, 1994).
CON LAS PALABRAS
Con las palabras voy armando el castillo a colocar al centro exacto de mi silencio.
Con mis silencios obtengo la precisa argamasa que selle a cal y canto todas mis palabras.
A través de estas paredes, sin ventanas, maldigo las ventanas, no entrará la luz, no entrará el aire.
Cuando reine la oscuridad será sólo mi culpa y cuando falte el aire tendré que aprender, por fin, a ser una buena proveedora.
Con tantas palabras a cuestas me aseguro muros altos, queridos, impidiéndome atisbar cualquier mañana inútil.
Colocaré la puerta sobre el suelo y cada vez que el recuerdo me tiente haré girar sus goznes para no olvidar que yo misma me enterré.
LA CASA DE LOS DESCONOCIDOS
La casa de los desconocidos. Todos se miran pero no se reconocen. Cada uno vive en su esquina y no tienen quién les seque el sudor del rostro.
La campana suena todas las mañanas. Se evalúan y se miden y no se ven. Se dicen palabras como garrotes y no se golpean.
Se reproducen tras las puertas y luego salen multiplicados, pero sin filiación alguna.
Los desconocidos semejan árboles, enhiestos y secos tras la lluvia ácida de su día primero. Duermen con los ojos abiertos, vigilan los ruidos de las madrugadas y amanecen lastimeros con ojos de cristal trizado.
Ellos viven en paz. La paz del sepulcro.
LAS PRESENCIAS SON MÁS HONDAS
Las presencias son más hondas que la soledad, la luz enceguece y acaba quemando nuestras torpezas. Bienaventurada la oscuridad.
El dolor es una joya a suspender de las orejas. El escarnio se sienta a mi mesa cada vez que me desnudo.
Brazos horadados como flores brotando de un cadáver. Gusanos blancos y gordos sobre el plato y todas las noches retornar al féretro, descansar los huesos entre rasos crujientes y esperar al miedo que se acomoda hábilmente en el menor lugar.
Arterias como mangueras regando miserias. No existe ciencia cuando el dolor es azul. Hay niños que nacen con un ataúd bajo el brazo.
— Giuliana Mazzetti
* Textos extraídos de las páginas 51, 71 y 87 de: No entrará la luz, Ediciones de los lunes, Lima, 1994.
Tres poemas de Aldous Huxley, originalmente publicados en 1918 y 1920; extraídos de: Poesía completa. Edición bilingüe y traducción de Jesús Isaías Gómez López. Cátedra, Madrid, 2011.
FATIGA
La mente ha perdido su aristotélica elegancia de forma: sólo hay una oscuridad donde pompas e ilógicos globos emergen hasta hacer estallar sus luminosos carrillos y esfumarse.
Una mujer con una cesta en la cabeza: un farol chino un tanto torcido: el difuso abultamiento brillante de los frascos de las farmacias; y luego en mis oídos el ruido distante de una impresionante riada humana. Y frases, frases —
Solo es un asunto de alforjas, Stane Street y Gondibert, potros en Islandia (¿o era potros en áspic?).
A medida que ese rojizo diablillo se aparta con una insolente protuberancia en el trasero, tomo conciencia de que su encrespado rabo de perrillo faldero es el botón de un timbre eléctrico. Pero eso no me inquieta tanto como la vista de todas estas bruñidas estatuas centelleando con luces largas, todas ellas grotescas y todas ellas colosales.
EL DECAMERÓN
El mediodía, bajo la espesa sombra de los árboles, vibrando de calor, con el sonido de los laúdes se estremece: medio ensombrecida, medio soleada, una gran fuente de frutas reluce púrpura y dorada: las vasijas de vino frescas en sus cuévanos de nieve: se atemperan y brillan los colores: terciopelo oscuro, donde entre las hojas un rayo de sol se dispara, partiéndose en un cristal de escarlata: unos dedos que pulsan las raíces mantienen el lánguido tiempo hasta el suave y lento declive de la música.
De pronto, de la puerta sale un grito, espantosas risas entrecortadas, apenas humanas por el sonido; unas demacradas manos arañadas se abren paso entre las rejas desesperadamente, agarrándose firmemente al perfumado aire, mientras en el suelo yace la pobre carroña castigada por la peste, que se ha encontrado con fuerzas para arrastrarse a morir maldiciendo al sol.
TRANQUILIDAD VERANIEGA
Las estrellas son instantes dorados en el profundo e inmaculado espacio de la noche; la luna se ha puesto: el río duerme, extasiado, un suave y sereno sueño que parece tan inmóvil que olvido los huecos puentes retumbantes, donde se desliza, sombrío por las tristes miradas que soporta, hacia un mar cuyas mareas sin retorno arrebatan los avistados barcos y el canto de los marineros.
— Aldous Huxley Traducido por Jesús Isaías Gómez López
Notas: * “Fatiga” fue originalmente publicado en Leda (Chatto & Windus, Londres, 1920). La edición de Cátedra lo incluye en el Apéndice 2, Poemas en prosa de Leda, p. 601, con las siguientes notas: a) Stane Street es una vía romana que enlaza la pequeña ciudad de St. Albans, al sur del condado de Hertfordshire (a unos 35 km al norte de Londres), con la ciudad de Colchester, en el condado de Essex. b) Gondibert es un poema épico publicado en 1651 por el poeta y dramaturgo inglés sir William D’Avenant (1606-1668) (…) que escribió como preso condenado a muerte por Oliver Cromwell en la Torre de Londres, (y) contó desde entonces y hasta nuestros días con el rechazo unánime de la crítica, siendo reprobado especialmente por su tono marcadamente afectado y de pésimo gusto. c) Áspic, según definición dada por el Diccionario de la lengua española, RAE (22.ª ed.): “Plato frío, especialmente de carne o pescado, que se presenta cubierto de gelatina en un molde”. * “El Decamerón” y “Tranquilidad veraniega” fueron originalmente publicados en The Defeat of Youth & Other Poems (La derrota de la juventud y otros poemas) (Blackwell, Oxford, 1918); y figuran en las páginas 323 y 291 del tomo editado por Cátedra.
Un poema de Paul Verlaine, originalmente publicado en 1866 en el libro Poemas saturnianos. Extraído de: Verlaine. Poesía completa. Tomo I. Traducción de Ramón Hervás. Ediciones 29, Barcelona, 1972.
La angustia
Naturaleza, nada tuyo me conmueve, ni los campos nutricios, ni el eco bermejo de las pastorales sicilianas, ni las pompas auroreales, ni la solemnidad doliente de los ocasos.
Me río del Arte, me río del Hombre también, de los cantos, de los versos, de los templos griegos y las torres espirales, que se estiran en el cielo vacío de las catedrales, y con igual ojo veo a los buenos que a los malos.
No creo en Dios, abjuro y reniego de todo pensamiento, y en cuanto a la vieja ironía, el Amor, quisiera que no me hablaran más de él.
Cansado de vivir, teniendo miedo a morir, semejante a una barca perdida, juguete del flujo y del reflujo, mi alma apareja para espantosos naufragios.
— Paul Verlaine Traducido por Ramón Hervás
Notas: * En el verso quinto, dice el texto original: “me rio”. Añadida la tilde. * En el penúltimo verso, dice el texto original: “al brick perdido”. Sustituido por “a una barca perdida”.
Un poema de Ósip Mandelstam escrito en 1909, traducido por Jesús García Gabaldón, extraído de Ósip Mandelstam.Antología poética. Alianza, Madrid, 2020.
NO ES NECESARIO HABLAR DE NADA
No es necesario hablar de nada ni estudiar nada. Es tan triste y buena la sombría alma animal.
Nada quiere enseñar. Hablar no puede. Y como un joven delfín navega por la ciénaga del mundo.
1909
— Ósip Mandelstam Traducción de Jesús García Gabaldón